Aun recuerdo aquel día como si fuera ayer. Era mi primera presentación en un congreso. Después de escuchar las exposiciones de mis compañeras, yo me encontraba tan nerviosa que no sabía si me saldría la voz cuando me tocara a mi exponer. Había dedicado semanas a preparar mi presentación sobre una unidad didáctica que había hecho y que, posteriormente, fue mi proyecto fin de grado.

​ Sin entrar en mucho detalle (ya que quiero dedicarle una pequereflexión sólo a explicar este trabajo en profundidad), mi trabajo estaba relacionado con la creación de una unidad didáctica sobre la región del Polo Norte para un aula de 4 años. Entre mis objetivos, además de enseñar los conceptos básicos sobre esta región: esquimales, trineos, osos polares, iglús, etc., estaba la intención de que sirviera para concienciar a los alumnos sobre el problema del cambio climático. Para ello tocaba temas como la desaparición de la flora y la fauna autóctona o el deshielo de los casquetes polares.

Viviendo al momento de mi exposición. Justo antes de empezar a explicar mi trabajo vi que todas las miradas estaban clavadas en mi. Ni mucho menos era mi primera presentación, pero esto no tenía nada que ver con las exposiciones que había hecho durante el grado. A pesar de que me sentía morir de nervios, cogí aire, me concentré en lo que tenía que hacer, y comencé.

​ Creo que notarían mis nervios (sobre todo al principio), pero poco a poco fui ganando confianza en mí misma, y pasado el rato, incluso comencé a disfrutar de lo que estaba haciendo. Fui animándome a mirar a mi audiencia según iba avanzando en mi presentación, y me sorprendió gratamente lo que vi: ¡Les estaba gustando lo que les estaba contando! Todo el mundo estaba atento a lo que explicaba y sus caras reflejaban verdadero interés en mi presentación. Aunque creo que toda ella les gustó, hubieron dos momentos que vi que gustaron más: mi descripción del rincón del aula que había diseñado y el uso de la música para hacer ciertas actividades.

Una vez finalizada mi presentación, pude (por fin) respirar tranquila. A pesar que durante el turno de preguntas nadie se animó a realizar ninguna, las felicitaciones que recibí tras salir del aula fueron numerosas y los comentarios fueron muy positivos.

Bueno, espero que compartiendo esta breve, pero satisfactoria, experiencia pueda servir para ayudar a todo aquél (futuro) maestro o maestra que tenga que hacer una presentación por primera vez. Si ese es tu caso, un pequeño consejo que te puedo dar: dedícale unos días antes a prepararla bien. Por ejemplo, puedes hacerte un pequeño guión con lo que quieres decir en cada punto de tu presentación. Después, solo tienes que repetirlo muchas veces hasta que te salga natural. Eso sí, controla bien el tiempo de tu presentación. Sin embargo, lo más importante de todo es que confíes en ti misma/o. Sí, sé que es lo típico que se dice en estos casos, pero es la verdad. Nadie conoce tu trabajo mejor que tú. Por lo tanto, disfruta contándole al mundo aquello que tanto tiempo y esfuerzo le has dedicado. Y llegado el día de tu presentación, y una vez hayas salido por la puerta tras exponerla, verás que no hay mejor sensación en este mundo que la de que alguien se te acerque y te diga "me gustó tu trabajo" :D.